¿Te habías parado a pensar cuáles son las emociones básicas y para qué sirven?
Darwin, en su libro “La expresión de las emociones en los animales y en el hombre”, defendió la naturaleza innata de las emociones y cómo, por medio de nuestra expresión facial y gesticulación, comunicamos nuestras emociones.
Como explico en mi libro Claves del Coaching, Paul Ekman, psicólogo y pionero en la investigación de las emociones, demostró que las expresiones faciales no son determinadas culturalmente, sino universales, y tienen un origen biológico, tal y como lo planteaba la hipótesis de Darwin. Ekman desarrolló una lista de emociones básicas a partir de investigaciones realizadas en una tribu de Nueva Guinea. Observó que, al observar las fotografías de personas de culturas ajenas, los miembros de la tribu podían identificar las expresiones emocionales.
¿Sabías qué duración tiene cada emoción? Las emociones tienen una duración media de 90 segundos. Para seguir saber más sobre ellas, visita este post.
¿Eres capaz de distinguir las emociones básicas en ti y en los demás? Vamos a analizarlas:
Alegría
Se produce cuando hemos logrado algo que deseamos o cuando tenemos la posibilidad de hacerlo. Favorece la interacción social, aumenta la creatividad, ayuda a enfrentar el estrés desde el optimismo.
Cambios fisiológicos más comunes: Genera energía y bienestar, mejora la oxigenación y libera endorfinas.
Expresión facial: La cara está relajada, se sonríe ampliamente, las mejillas suben y las comisuras de la boca se elevan. Los ojos se marcan con las conocidas «patas de gallo». Si la boca sonríe pero los ojos no se contraen, ¡el scanner emocional pita! Esto indica una «sonrisa falsa».
Enfado
Es la respuesta habitual ante situaciones en las que nos sentimos amenazados, ya sea en nuestra identidad, autoestima o en nuestra capacidad de resolver una situación. Su función es la autoprotección y defensa.
Emociones derivadas: Remordimiento, vergüenza, culpa, celos, envidia, resentimiento, inseguridad.
Respuesta fisiológica: Las cejas se juntan, el ceño se frunce y los músculos del cuerpo se tensan. Los dientes se aprietan.
Recomendación: La mejor forma de gestionarlo es reconocer la emoción, hay un cuarto de segundo entre que pensamos y actuamos, cambiar los automensajes es clave para reencuadrar la situación para gestionarla de forma más positiva.
Miedo
El miedo se genera cuando percibimos una amenaza, como un depredador o una situación peligrosa, y actúa como una alarma interna que nos avisa de un riesgo vital, real o imaginario. Sin él, nuestra capacidad de supervivencia se vería comprometida.
Expresión fisiológica: Los ojos se abren, la boca retrae las comisuras y el cuerpo se tensa, preparándonos para reaccionar ante lo que nos amenaza.
El miedo no debe ser paralizante, sino una herramienta para buscar soluciones efectivas. Nos invita a fortalecer nuestra resiliencia, a observar nuestro entorno con atención, detectando posibles peligros y evaluando riesgos.
Gracias al miedo, tomamos las precauciones necesarias, como cuando un coche te pita mientras cruzas la calle mirando el móvil, evitando un accidente. El miedo nos mantiene alerta, pero no debe paralizarnos. En lugar de bloquearte, aprende a canalizarlo para tomar decisiones rápidas y efectivas
Sorpresa
Esta emoción se presenta cuando nos enfrentamos a un acontecimiento inesperado. Es una reacción abrupta, breve y rápida que nos permite reaccionar ante algo imprevisto.
Función: Aumenta la sensibilidad de los órganos sensoriales y nos prepara para reaccionar de la manera más adecuada ante la situación.
Expresión facial: Las cejas se elevan, los ojos y la boca se abren. La respiración se bloquea y se produce un fuerte suspiro tras la sorpresa.
Asco
El asco surge ante situaciones que percibimos como repugnantes o dañinas, tanto física como mentalmente. Su función es generar rechazo para protegernos de lo que consideramos nocivo.
Causas comunes: Olores desagradables, sabores, insectos, alimentos en mal estado o incluso actitudes o situaciones que no nos agradan.
Expresión facial: La nariz se arruga, los ojos se entrecierran y el labio superior se eleva, mostrando a veces los dientes superiores.
El asco no solo nos ayuda a mantener nuestra higiene personal y fomentar el autocuidado, sino que también nos enseña a decir no y poner límites a aquello que no nos gusta o no nos beneficia. Esta emoción es clave para identificar lo que no es saludable para nosotros, ya sea física o emocionalmente.
Al aprender a reconocer el asco, nos protegemos de situaciones que podrían dañar nuestro bienestar y promovemos decisiones más saludables.
Tristeza
La tristeza suele aparecer ante la pérdida de algo o alguien importante. Su función es permitirnos dejar atrás el pasado y prepararnos para los cambios futuros.
Sentimientos derivados: Autocompasión, decepción, desesperanza, irritabilidad, desconsuelo, pesimismo.
Expresión facial: Los ojos se entrecierran y las comisuras de la boca caen. La postura del cuerpo se encoge, y puede sentirse una opresión en el pecho.
La tristeza no solo es una reacción natural ante la pérdida, sino que también sirve para parar, reflexionar y retomar fuerzas. Nos invita a conocernos mejor, a explorar nuestros sentimientos y aprender a mirar los hechos pasados de manera objetiva, sin castigarnos.
Esta emoción, aunque dolorosa, nos enseña compasión por nosotros mismos y nos da el tiempo necesario para sanar. Después de la tristeza, renovamos nuestra energía emocional y recuperamos la fortaleza para retomar nuestra rutina con una visión más clara y madura.
«Son necesarios cuarenta músculos para arrugar una frente, pero sólo quince para sonreír.»
— Swami Sivananda
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